
La pandemia del COVID-19 está ocasionando una enorme disrupción en nuestras vidas. Nuestro trabajo, costumbres, prioridades y forma de comportarnos se han visto notablemente alteradas en unas pocas semanas. A veces pareciese que el mundo se ha detenido y sólo transcurre alrededor del nuevo coronavirus tipificado a fines del año pasado. Y si vemos la concurrencia a los hospitales por consultas no relacionadas al coronavirus, ciertamente pareciese que el mundo se ha detenido y las personas sólo se enferman de coronavirus.
Un reciente artículo de la Revista Española de Cardiología reportó una disminución significativa en el número de consultas cardiológicas y de cateterismos, entre ellos pacientes tratados por infartos agudos de miocardio con elevación del segmento ST. En algunos casos la disminución ha sido de hasta un 80%. En el sitio TCTMD varios profesionales de diferentes ciudades del mundo reportan observaciones similares en sus lugares de trabajo. En el Journal of the American College of Cardiology hay un reciente reporte con hallazgos similares: 38% menos intervenciones por infartos con elevación del ST.
De manera similar un artículo publicado en The Washington Post menciona una disminución del 60 al 80% en pacientes ingresados por accidentes cerebrovasculares, reporte similar al de un artículo del The Guardian. Aunque más informalmente, pero sin dejar de llamar la atención, profesionales en la redes sociales se preguntan dónde están los pacientes con apendicitis, colecistitis o abdomen agudo.
Las razones por las que estos fenómenos están ocurriendo las desconocemos. Podría ocurrir que las personas están sometidas a menor stress en sus casas, han dejado de fumar y llevan una vida más saludable. Y esto de manera casi inmediata ha tenido un efecto beneficioso sobre la incidencia de eventos cardiovasculares. ¿Lo creen? A mi me cuesta creer que ahora estemos sometidos a menor stress. La situación económica del mundo es muy compleja y ni hablar aquí en Argentina. Inversores dicen que la crisis económica es más grave que la ocurrida en 2008 y otros advierten la similitud con la depresión iniciada en 1929. Podría haber menos contaminación por la desaceleración económica, pero ¿es esto suficiente para afectar la incidencia de eventos cardiovasculares agudos?
Hace semanas que no dejamos de escuchar noticias sobre el COVID-19: cuántos infectados, cuántas muertes, cuántos testeos hacemos o el #quedateencasa. Nadie pone en duda que el COVID-19 se un virus altamente contagioso (un R0 promedio reportado de 3.28) y con una letalidad significativa. Sin embargo, pocos mencionan que el Ministerio de Salud ha reportado 43,497 casos de dengue en Argentina en la última temporada epidemiológica que aún no ha terminado. Y esto es sólo un ejemplo. Lo que quiero destacar es que nos hemos centrado tanto en el COVID-19 que podríamos estar perdiendo de vista otros aspectos de la salud y retrocediendo 30 o 40 años en prácticas médicas que han demostrado salvar vidas.
Son innumerables los ejemplos de pacientes que hemos visto en los últimos días que por temor no consultaban y afortunadamente llegaron justo a tiempo a recibir un tratamiento efectivo. Pensando que se protegían del COVID-19, estaban poniendo en riesgo su vida. Es nuestra responsabilidad como médicos brindar un ambiente de atención seguro para que nuestros pacientes reciban el tratamiento adecuado en tiempo y forma. Covid o NoCovid (como se escucha decir ahora) hay condiciones de salud que no pueden ni deben esperar.